La Salud Mental en tiempos de COVID-19

Fuente: Dianova.org, Adaptado de un material original de ‘The People Speak’ licencia: CC BY-NC 2.0

Probablemente, cuando hablamos de “salud”, la primera imagen mental que se nos dibuja es nuestro cuerpo, nuestros órganos, si hay o no fiebre o resfríos, médicos, clínicas, etc., asociando este concepto específicamente a un espacio biológico y físico. Sin embargo, si buscamos la definición de la misma, nos encontraremos con un concepto acuñado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace ya varias décadas, que nos dice que:

La SALUD, es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.

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Tomando esta referencia como base, vemos que además de nuestro cuerpo, está también nuestra mente, así como también nuestras relaciones sociales. Y que mejor ejemplo de un momento vital transversal en el mundo que la actual pandemia por COVID-19, donde precisamente estos tres ámbitos se vieron afectados directamente: el riesgo de nuestro cuerpo de enfermar y contagiarse, con toda la sintomatología asociada; la necesidad de la distancia física con los otros, sean estos familiares, amigos, compañeros de trabajo e incluso, desconocidos; y a la par, todo nuestro sistema mental y emocional, sometido a diversas cargas de estrés, ansiedad, incertidumbre, temor y nostalgia, por mencionar algunas de las más comunes. De alguna forma dentro de toda esta experiencia se nos “forzó” a notar, de manera experiencial, todo lo que implica el ámbito de salud en nuestras vidas y todo lo que debemos cuidar para mantenernos -valga la redundancia- saludables.

A ya casi 1 año del inicio en nuestro país de los periodos de cuarentena y distanciamientos físicos-sociales más marcados, un cambio radical en nuestra vida cotidiana, nuestro trabajo y nuestras relaciones interpersonales y a la vez en nuestras certidumbres y proyecciones, el desgaste y exigencia que ha tenido esto en nuestra mente y nuestras emociones no es menor, y además se vuelve acumulativo. Por esto, y aprovechando también algunas menciones que nos comparte la OMS, te quiero compartir hoy 5 puntos sugeridos a nivel internacional para nuestro autocuidado mental y emocional:

Fuente: Who.int

Párate, Respira, Reflexiona: Si estás pensando mucho, demasiado pendiente de noticias y otros relacionados a la pandemia, con pensamientos repetitivos (“rumiatorios”) y que te generan mayor tensión, temor o ansiedad, detente un momento de forma consciente y voluntaria, y respira con tranquilidad, prestando atención a esa respiración y a tu cuerpo. Esto te ayudará a soltar esa pauta automática de pensamientos, centrándote de vuelta en el momento actual y abriendo el espacio a despejar la mente y observar las cosas de manera diferente.

Conecta con otras personas: Independiente de las distancias físicas, aforos y medidas de cuidado personal y colectivo por contagios de la pandemia, mantente en contacto con tus redes por distintas vías: llamadas telefónicas, videollamadas, mensajes de audio y texto, etc. Si bien no podemos estar en el mismo contacto físico que habitualmente, nuestra contacto social no es sólo relacionado a la piel, sino también a la presencia con los otros. Mantener nuestras redes vivas, que estén para nosotros como nosotros para ellos, nos facilita el poder compartir pensamientos y emociones, recibir contención y afecto (así como brindarlo), apoyarnos y transitar este momento con mayor facilidad.

Mantén una rutina saludable: Si bien muchas actividades habituales ya no se realizan de la forma cotidiana que acostumbrábamos, el poder mantenerlas lo más símiles posible nos da una base de seguridad, “sensación de normalidad” y nos mantiene activos en aquello que ya habíamos construido. Levantarnos, ducharnos, cambiarnos de ropa, destinar un espacio al trabajo del que luego pueda desconectarme mientras uso el resto de la casa, aprovechar los espacios abiertos que tengo, mantener horarios y actividades posibles, etc., ayudan a nuestra salud mental a no sentir que todo se derrumba, sino que simplemente toma otra forma y lo hace más adaptativo.

Sé amable contigo y con los demás: Como leí en una publicación tiempo atrás: “No estás trabajando desde casa; estás en una pandemia, sobreviviendo, intentando hacer lo mejor posible desde ese contexto”. Cada uno de nosotros tiene historias y contextos distintos, así como dificultades y emociones diferentes ante toda esta situación, que las vivimos, sentimos y procesamos de forma diferente. No te juzgues ni te reproches tan duramente por no estar igual que siempre; acógete, abrázate, apóyate especialmente en este difícil momento. Y de la misma forma, no hagas esos mismos juicios y reproches de los otros, sus procesos y formas porque tampoco sabemos todo lo que pasa en ellos. Nuestro mejor rasgo humano es nuestra compasión, comprensión, empatía y solidaridad, que van siempre en doble vía y dan así los mejores resultados.

Pide ayuda si la necesitas: Ni Superman es capaz de resistir un raspado de Kryptonita si no hay una Lois Lane que se la saque. Ninguno de nosotros está hecho para echarse todo al hombro por si sólo, ni tiene todo el conocimiento para ello. Tanto si estás sintiéndote deprimido, angustiado o agobiado, o simplemente si necesitas a alguien fuera de tu círculo con quien hablar desde otra perspectiva o simplemente desahogarte o abrir cosas que quizás cotidianamente no puedes, acude a un profesional de la salud mental para apoyarte. Esto no implica que vayas a estar 10 años en terapia o que tengas que transitar hasta tus más profundas raíces obligatoriamente; a veces simplemente será necesario un par de reuniones para estabilizar. Date el espacio de dejar que te escuchen y te ayuden para poder seguir tu también estando y ayudando a los tuyos.

Para que el cuidador pueda cuidar a otros, debe partir por cuidarse a si mismo. Cuidémonos todos, a nosotros mismos y a nuestros entornos, para superar de la mejor manera esta prueba que nos puso la vida, una vez más.

Un abrazo.

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